La Garma.. de nuevo
Pedro Merino del AER ha escrito de la última incursión en Garma el puente de Todos los Santos
La cosa no tenía muy buena pinta: un puente de tres días bajo tierra con la compañía habitual, pero a lo bestia. En vez de los cuatro palurdos que solemos acudir a estos eventos, el número se había elevado a 12 tolays, lo que multiplicaba por tres las potenciales groserías, estupideces y emisiones gaseosas que tendría que aguantar. Si a eso le sumamos que llevaba una semana tosiendo cual tuberculoso de novela de Dickens (obviamente nunca he leído ninguna, pero es para parecer culto y sofisticado de eso), pues mis ganas de entorcarme eran igual a cero. Puse entonces en marcha mi plan B: buscar entre mis amistades algo que hacer que me permitiera escaquerme. Pero no me di cuenta de que me faltaba una condición previa: tener amistades. Resignado, decidí desperdiciar el puente. Total, uno más…
La mañana del sábado aparezco por el club, la expedición parece haberse reducido bastante: de varios de los muchachos no hay noticias. Así que partimos para Soba Dani el Tarado, Cristóbal el Moro, José Luis el Enfermo, Belén la Miñoca, Gelo y Manu (a quienes no pongo apodo porque me sacan una cabeza y medio metro de envergadura), y mi menda (al que ya llaman suficientes cosas como para que colabore yo en mi diaria humillación). En la Plataforma nos espera Fredo, mudito de Portugalete.
Emprendemos la marcha con calma, los nervios sólo quebrados por los comentarios de Dani, cuya habilidad para ser desagradable empequeñece la mía de manera tal que los celos me afloran enseguida. Siempre he odiado a los gallegos…
Nos cambiamos cerca de la boca, y el lugar parece convertirse por momentos en un locutorio para sudamericanos, todos con el móvil dando el parte…menos yo, que ni me funciona el móvil ni tengo a quien llamar (esto es para que me compadezcáis y eso).
Entramos en la sima, que está muy seca, de las veces que menos agua lleva de todas las que hemos entrado. Bajo con Gelo y Cristóbal, saludando a las piedras que llevo viendo los cinco últimos años con más frecuencia de la deseada. Ellas tampoco parecen muy entusiasmadas. En la base de los pozos ellos tiran para el vivac, con idea de avanzar hasta el Cruce y comenzar a desinstalar la zona de Tanhausser. Yo, solidario y con pocas ganas de moverme, decido esperar al resto de la basca. Al de un rato empiezo a oír un sordo rumor, y por momentos temo que haya una crecida, pero no: sólo son Dani y Fredo que bajan dando a la sinhueso a quincemil revoluciones. Aterrador. Se dirigen hacia el vivac, y como su compañía tampoco me parece muy grata, me quedo a esperar al sector madrileño y similar. Y ya dicen que quien espera, desespera. De la desesperación paso a la frustración, el enojo, la ira, el cólera y la histeria. Digamos que me “Cristobalizo” un poco. Incluso empiezo a jurar utilizando la zeta (Mecagondiozzz). Finalmente aparecen Manu y Belén, y me dicen que José Luis está haciendo honor a su apodo, y que está jodido. Para parecer enrollado me muestro comprensivo y me ofrezco a esperarle (con la esperanza de que ellos en el vivac cojan todo el material y yo pueda bajar con las manos en las gónadas). Pero al de un rato pierdo todo mi talante y muto de nuevo en Cristóbal, hasta me siento andalucista. Siempre he odiado a los madrileños… Finalmente aparece el Enfermo, y baja bastante mal. Debe ser que el apodo hace a la persona (a mi siempre me han llamado gilipollas…).
Llegamos al vivac, donde se encuentran todos. Nos replantemos la expedición, ya que hemos acumulado mucho retraso como para explorar hoy nada. Jose Luis quiere quedarse en el vivac y salir el solo mañana: tiene algún virus y lo está machacando a conciencia. Manu le convence para ir con calma hasta el vivac que pretendemos montar en el Cruce, que queda a cosa de hora y media en condiciones normales.
Cargados como burros, con las sacas llenas de cosas colgadas amarradas con cinta aislante, emprendemos el camino por Titanes. Dani y Belén se lo gozan, es la primera vez que ven Titanes y les encanta (hasta a mi me gusta, y eso que es una cueva). Cargamos agua y nos dirigimos al pozo MTDE. Pero el Enfermo parece muy ídem, y tarda mucho en llegar. Manu, en un acto solidario del que los demás somos incapaces, decide quedarse con él y subir de nuevo hasta Titanes, para salir al día siguiente. Su solidaridad será recompensada, cosa que me jode porque esto va a parecer una fábula de Samaniego con moraleja y todo.
Los demás seguimos con calma. En el Bulevard Belén pretende hacerme pagar por todos los “ejques” con los que la acoso, y me tira una chinita. Afortunadamente su puntería es tan mala como su tinte de pelo, y no me da. Llegamos al Pasamanos de los Hombres Voladores. Allí acondicionamos un poco el suelo y preparamos un vivac bastante decente y menos frío que el de Titanes. Preparamos la cena y descubrimos que Belén, en un alarde de bilbainismo (al fin y al cabo es de cerca de las afueras) se ha bajado dos litros de pacharán. Sólo faltan los dados y nos jugamos un quinito. Consigo apalancarme contra la pared (quitándole el sitio a la ejque) y cenamos con calma. Nos acostamos pronto y cosa curiosa, dormimos bastante bien. Probablemente se deba a que como no ha venido Fredo no parece que tengamos un oso de las cavernas acostado a nuestro lado. Tampoco se expelen demasiados gases, cosa que he de atribuir a la presencia femenina, que parece ser capaz de disminuir nuestra habitual grosería (bueno, la de Dani no).
Nos levantamos a una hora infame a pesar del cambio de ídem, desayunamos un poco fuerte y para abajo. La rampita no parece gozar de buena aceptación entre los invitados, que murmuran cosas feas entre dientes. Gelo y Cristóbal se adelantan para dirigirse a la escalada en Inocentes. Los demás vamos de tranqui y al llegar a Tora Bora nos dividimos: Belén y Dani se van a bajar el pozo de 30 que quedó pendiente, y Fredo y yo vamos a topografiar los tubos sopladores. Tras un buen rato de lagrimear intentando ver los números, llegamos al lugar donde se pierde el aire; tocamos un poco por allí pero nada. Decido tirar las bengalas de humo que ha traído Gelo: la primera da menos humo que los cigarros rusos, y la segunda me estalla directamente, así que optamos por dar la vuelta. Un fracaso más, saldado con unos 140 metros de topo. Además, me he saltado un empaste porque le he dado un mordisco a una piedra que se había pegado al bocata de queso de Fredo. Vamos a buscar al comando ZP (por eso de la paridad de los sexos) al que encontramos saliendo: les ha ido bastante bien, con unos 150 metros de galerías ascendentes que acaban en una escalada. La dirección es NE, no muy buena ya que retrocede hacia el interior del macizo.
Vamos a buscar a los otros, que han logrado hacer la escalada y han sacado una bella, decorada y gay galería de unos 80 metros que se acaba cerrando. Me quedo con Dani (masoca que es uno) y nos dirigimos a la galería del Buitre, para bajar un pocito que quedó pendiente. Unos 7metros, y una estrechez impide alcanzar otro pozo de similares medidas, sin aire. Miramos luego un meandro desfondado pero que acaba volviendo a la galería principal. Poco a poco, ya cansados (el uno del otro, básicamente) volvemos hacia el vivac. Los demás emigran pitando en cuanto nos ven, dejándonos el resto del material para que lo porteemos. Cargados como jamelgos, vamos poco a poco hacia Titanes. Nos lo tomamos con calma, salvo Cristóbal y Fredo que se van cómo tiros para arriba (es de suponer que Cristóbal tratando de poner tierra por medio del resto, y Fredo intentando darle conversación). En Titanes Cristóbal nos sugiere que carguemos unas cuerdas que hay allí abandonadas, pero interpretar correctamente el escupitajo que le echo en la cara y no vuelve a insistir sobre ese punto. Como mi presencia parece molestar a los dos (para mí que hay rollo), decido esperar al resto, aunque supongo que también les molestaré. Llegan Dani, Belén y Gelo, y tras cargar agua, para arriba, con mucha calma.
Finalmente llegamos al vivac, donde los alacranes ya han empezado a hacer la cena, cosa que les honra. El rancho sufre una inversión: de los callos con garbanzos a los que nos habíamos acostumbrado en las últimas ocasiones, el encargado de la intendecia, que es un soso, ha vuelto a la pasta. Menos mal que sigue habiendo abundante pacharán, y le damos al pimple cosa mala. Echamos unas cuantas risas y al catre. Me toca compartir tienda con Belén, así que por una vez no me puedo quejar de la compañía (hasta que se me va la lengua y empieza a caerme una lluvia de toñeja a una velocidad de vértido; se nota que está acostumbrada a tratar con críos…).
Me cuesta conciciliar el sueño, y no se si achacarlo a que estoy acojonado esperando la siguiente tanda de hostias de mi compañera de vivac, o a que hecho de menos el hipnótico rumor de los ronquidos de tío Fredo, que me arrullan mientras duermo en este agujero asqueroso…
La mañana o similar llega con los habituales estresados metiendo prisa, mientras los habituales holgazanes hacemos oidos sordos a sus impertinencias y arengas. Si el ejército busca cabos chusqueros, el AER posee una buena cantera de ellos…
Cargamos los petates de neutrones (y eso que dejamos una buena cantidad de mugre, así como quien no quiere la cosa) y nos dirigimos en alegre compañía (menos el que va junto a Dani) hacia los pozos. Pero según llegamos allá hay algo que comienza a escamarnos…los goteos que jamás habíamos oido en algún punto del camino: “¡Qué curioso, nunca me había fijado en estos, y mira que he pasado veces por aquí! Nunca salgo de Garma sin aprender algo nuevo…” (gilipollas). Llegamos al lugar donde pseudofregamos los cacharros y vemos que el riachuelo se ha convertido en el Orinoco, o mayor aún, la ría de Bilbao. Con la misma me doy la vuelta y me dirijo al vivac, mientras Cristóbal se lo piensa (nunca ha sido muy avispado). Queda inaugurada esta pillada, la primera de todos los presentes salvo Gelo. Perreamos un poco fuera de los sacos, pero viendo que la cosa va para largo, acabamos de nuevo en el sobre. Tras estar tantas horas con estos entes repulsivos se me empieza a levantar un dolor de cabeza modelo Olarra, que no mejora tras varias horas con Dani a un lado y Fredo al otro. A eso de las cinco Cristóbal, Dani y Gelo, pletóricos de testosterona, hacen un intento kamikaze. Yo me ofrezco voluntario para quedarme con Fredo y Belén, por eso de que no se queden solos, a pesar de que ardo en deseos de empaparme como un gilipollas en el meandro en carga. Pero hay veces que hay que sacrificarse por los compañeros, qué le vamos a hacer…Una horita después vuelven nuestros héroes, bastante más mojados (y Dani bastante más silencioso, por lo que musito una oración al altísimo inexistente). Está la cosa muy mal, vamos. Les digo que no se preocupen, que podría ser peor: podría llover. No me ponen buena cara (rancios).
Pasan las horas como podemos, y finalmente nos encamamos de verdad. Me meto en la tienda, donde el gallego ha hecho como el PP y el PSOE: ha intentado ocupar el centro, pero está tan escorado a la derecha que me paso toda la noche (o tarde, o lo que sea) apartando sus tersos glúteos de los míos…Para mí que quiere rollo. Siempre he sospechado de sus tendencias sexuales, con esos pelos y medio vegetariano…a las tres de la mañana decidimos salir para fuera (no me muestro demasiado entusiasmado, pero con tal de perderlos de vista, lo que sea). Comemos algo, y para afuera. El agua ha bajado mucho, y viendo cómo está abajo respiro tranquilo: con esto ya hemos salido otras veces. No llegaremos muy secos, pero en fin. Salen Gelo y el Moro, seguidos de Fredo y Dani, y cerramos fila Belén y yo. La subida con calma, con agua, y sin prisa. Llegamos amaneciendo, lo que es muy bonito en agosto pero toca la entrepierna en noviembre, y más con la helada que hay. Ha debido caer la de dios, viendo cómo está la tierra, completamente seca tres días antes y saturada de agua ahora. Llegamos a las mochilas y vemos que se ha utilizado la habitual táctica de marica el último, lo que quiere decir que han tirado todos para los coches. Como no nos apetece quedarnos a tomar el sol, decidimos bajar sin cambiarnos, donde llegamos a eso de las ocho de la mañana. Durante la bajada vemos cómo está de agua todo el valle del Asón, la cascada está como nunca, las pistas desguazadas y la carretera llena de porquería arrastrada por el agua…Un desayuno en Ramales será el colofón a esta aventura (por no llamarla putada) que se alargó más de lo debido. Eso sí, fue un aliciente para mi ego, ya que acabé con más de 50 llamadas perdidas, más que todas las que he recibido a lo largo de mi vida…