La moral del alcoyano
por Antonio Gonzalez El sábado pasado fui con algunos miembros del AER -Ángel, Pedro Merino, Wichi, Cristóbal, Jesús Olarra- y con Alfredo al Mortero del Crucero. A las nueve y media empezamos a llegar al local en Ramales. Los preparativos fueron largos y enredados, de forma que algunos -entre otros Pedro Merino y Olarra- pudieron leerse El País del sábado que me había comprado por la película que regalan. También pude ir a comprar más comida, preparar las cosas con parsimonia e incluso ayudar con los preparativos generales y específicos de la expedición. Cuando ya empezaba a inquietarme se produjo la salida. Subimos en tres coches -el de Ángel, el de Cristóbal y el de Alfredo- hasta el aparcamiento cerca del Mazo. Allí echamos su media horita en seguir preparándonos y entre otras cosas tuve que arreglar la boquilla del carburero. A estas alturas todos habíamos tomado conciencia de que se trataba de una salida de relax y además el índice de chorradas, bobadas y chistes que brotaban por todas partes se había incrementado peligrosamente. Así pues cuando llegamos a la boca del Crucero del Polaco la mayoría tenía hambre y los que no la tenían les entró de ver a los otros. Todo el mundo se puso a comer y cada uno aporto, en la medida de su ingenio y en función de su estado de ánimo, lo que pudo a la comedia general. Algunos se superaron a sí mismos en su capacidad de hacer rugir de risa al público. El grupo se dividió en dos, Cristóbal, Wichi y Olarra se lanzaron con gran velocidad hacia la punta del Río del Crucero para seguir la costosa desobstrucción, iniciada en el verano. mientras que los cuatro restantes con sendos flashes y dirigidos por Pedro Merino nos dispusimos a hacer fotos. En la primera encrucijada el grupo puntero se confundió de itinerario y se fusiono con el de fotógrafos hasta llegar al Mortero del Crucero donde Pedro Merino recibió un cursillo de cinco minutos sobre fotografía subterránea de boca de Wichi. Así pues fuimos haciendo fotos por la zona del Río del Crucero hasta que llegamos a un punto donde Pedro Merino había observado posibles zonas sin explorar por encima del nivel del río. Nos pasamos casi una hora hurgando por arriba y entre otras cosas atravesamos una estrechez con un laminador que nos llevo a un balcón encima de la galería principal. En general se trataba del curso del río fosilizado y abandonado, y de algunas chimeneas que parecían provenir de simas por la presencia de mosquitos y de excrementos de vertebrados. De vuelta al río descubrí que llevaba, olvidado en mi saca, uno de los artilugios necesarios para la desobstrucción. Decidimos que mientras los demás se quedaban haciendo fotos yo avanzase hasta la punta de desobstrucción para unirme con Wichi y sus ayudantes. Sin dificultades, y rápidamente, me encontré en la estrechez de la colada que suele estar húmeda. Sin embargo el sábado no estaba húmeda, sino que era una ducha de diseño. Después de jurar en arameo y de encogerme no me quedo más remedio que aceptar el fresco remojón y la empapada. Pero como la zona de trabajo es fósil me consolé con la idea de secarme a base de remover piedras y de arrastrarme por la gatera. Y así llegué a la zona de trabajos forzosos en donde comprobé que el hilo que traía no era necesario pues ya había allí uno en depósito desde el verano. En la zona de desobstrucción Wichi y su taladradora de gasolina perforaba agujeros y con MicrocargaS iba rompiendo la roca. Como hacía frío se agradecía el trabajar un ratito sacando escombros de la gatera. Al cabo de un rato, y quizás debido al frío, al aburrimiento y a las incomodidades, los ayudantes -léase yo , Cristóbal y Olarra- empezaron a tirarse pullitas y a medio enfadarse. Era gracioso asistir al esmerado proceso con que Cristóbal empezaba a calentar el agua para el café en su moderno infiernillo y como Olarra en su despiste general atraviesa sobre el recipiente con agua dejando caer tierrecilla y arenilla lo que produce grandes voces y aspavientos de Cristóbal para luego asistir a una escalada de acusaciones mutuas, en las cuales soy incluido, quedando todo en un vacile a trío a pesar del desaguisado. La sala sirve de WC de vez en cuando y al cabo de un rato aparecen los fotógrafos. Para resaltar la naturaleza vacilona-juguetona de Olarra os contaré que se esconde con ánimo de que engañemos a los recién llegados diciendo que se ha salido por que se empezaba a encontrar mal del riñón y que les preguntemos si se lo han cruzado. Como pasa el tiempo y nadie muestra una alarma extrema vuelve a reaparecer. Los nuevos llegan empapados y como hay una manta térmica empieza a funcionar a turnos. El tiempo pasa y la desobstrucción prosigue gracias a la moral incombustible de algunos. A las ocho de la tarde algunos empezamos a mostrar nuestro interés por salir, pero el núcleo duro tiene la moral del Alcoyano y no se da por aludido. Una hora después algunos empezamos a alarmarnos pues los duros no muestran ninguna señal de querer irse: siguen desobstruyendo. Entonces empieza una cantinela y una vacilación general que se resuelve gracias a que Ángel nos presta el coche a Olarra y a mi que saldremos con Alfredo mientras que el resto del grupo se queda desobstruyendo. Y así es: en una hora estamos fuera y en algo más de media hora en los coches. Por el camino nos encontramos a Alfredo (MTDE) que nos cuenta batallas de las simas del Caúcaso. A las doce y media en casa. Pedro me cuenta que se han avanzado tres metros. Dentro de unos años acabaremos la desobstrucción
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