La Orden de los Caballeros Calzados por Antonio G. Corbalan
El domingo he quedao para ir de cuevas en plan tranqui con todo organizado y controlado por mis compis del SCC. Y así es, me presento a las nueve y media por casa de Jose Miguel en Maliaño y tras una larga y relajada espera mis compis desaparecen sin previo aviso mientras yo dormito y leo en el coche. No puede ser más contradictorio que un paraguas al revés bajo un diluvio, pero lo es. Como hemos quedado en tres sitios a la vez decido ensayar la segunda cita -que es una gasolinera en Puente de San Miguel- en la cual deberían estar Pablo y Noelia. Previo contacto telefónico con Noelia me presento en la gasolinera donde la pareja sestea dentro del coche con las ventanillas bajadas. Son cerca de las once cuando, procedentes de Torrelavega Felix´home, aterriza el resto de la groupè por el lugar. Como somos caballeros continuamos nuestras hazañas y montando en nuestras caballerías galopamos por la A7 hasta Cabezón de la Sal donde nos espera el caballero Gonzalo. Allí reorganizamos nuestros jumentos y partimos en tres de ellos en busca de nuestro tesoro o Santo Grial que, según nos informan, se encuentra escondido en las montañas Astures en el fondo del Valle del Río Purón. Para llegar a Purón City necesitamos hacer varias maniobras especiales en la estrecha calzada que se desliza hacia el interior del valle. No más llegar al pueblo de Purón tomamos a la izquierda una empinada pista de cemento que nos eleva rapidamente. Descabalgamos a la vera del camino junto a una cabaña rodeada de castaños por misericordia hacia nuestras monturas agotadas por la cuesta. El calor empieza a apretar y a pesar de ello algunos caballeros deciden enfundarse sus armaduras para aproximarse al Tesoro escondido. Una vez todo dispuesto la caravana comienza su ascenso a pie. No más un par de curvas y alguien se acuerda de que hacen falta cuerdas par alcanzar nuestro Tesoro y ¿quien lleva las cuerdas...? Parece que nadie. Un sacrificado caballero vuelve a la cabaña para coger los pertrechos. Durante el ascenso los caballeros sudan y resoplan y rebufan bajo el sol inmisericorde y algunos de ellos blasfeman y juran de forma soez. Incluso alguno quiere volverse, aunque al final no lo hace. Nos encontramos con una pareja de aguerridos madrileños que uniendose a nuestra caravana se disponen a alcanzar también el Tesoro. Llegados al Portal del Tesoro todos los caballeros se enfundan sus armaduras y ajustan sus herramientas dispuestos a la lucha. La boca de la cueva se traga un riachuelo y la caravana se deja engullir con arrojo y valentía. Ahora seguimos el riachuelo subterráneo, ora chapoteando ora vadeando zonas produndas rodeados de altas paredes que se pierden hacia las alturas unos 10 o 15 metros. El caballero J.Miguel nos inmortaliza con su aparato mágico que nos roba la imagen. Y llegamos a cascadas y vadinas que atravesamos de la mejor forma que se nos ocurre. A veces nos dejamos deslizar por la pulida roca hacia profundas charcas mientras otras veces atravesamos con agilidad por las orillas para eludir el agua. De vez en cuando algunos rebuznamos por la impresión de frialdad. Una cascada especialmente alta nos obliga a utilizar las cuerdas, y una vadina profunda y encajada nos obliga a hacer un paso de hombros para escapar. Tras avanzar, intrépidos, un largo trecho llegamos a una alta y resbaladiza pendiente que nos obliga a utilizar la cuerda de 50 metros puesta en doble. A pesar del cuidado muchos caballeros resbalan en la pendiente dandose divertidos coscorrones. Y poco después el Tesoro se abre ante nuestros atónitas bocas abiertas: El selvático Valle del Purón a la luz del Sol. Una vez disfrutado el Tesoro se impone la vuelta; tras algunas deliberaciones entre los caballeros con más experiencia se opta por lo malo conocido en vez de lo peor por conocer. Esto significa ascender la empinada y herbosa cuesta que tenemos al sur hasta alcanzar de nuevo la zona del sendero. Durante este ascenso uno de los caballeros, llamado Saúl, está a punto de perder la vida al precipitarse por la pendiente con la buena suerte de que, al ir cayendo, la pendiente se suaviza un poco y consigue frenarse agarrándose a un viejo trozo de cable. Todos nos llevamos un susto tremendo pero, finalmente, Saúl no sufre ningún mal. Poco después todos los caballeros (y doncella) van llegando a la cabaña donde aguardan nuestras monturas recalentadas por el Sol y tras reorganizar nuestras indumentarias y estibar nuestros bultos descendemos hasta una Venta en la que bebemos sidra, zumos y bebidas extrañas y preparamos nuevas aventuras y hazañas. Así es la vida de los caballeros (y doncellas).
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