El campamento del Carrio ha sido un éxito
Para cuando me vine a dar cuenta me quedaban tres días para preparar el campamento del Carrio y muy pocas ganas de comenzar a hacerlo. Así que llamé a Isidoro y Juan para sacar algo de material del club. Isidoro andaba mal de tiempo y Juan muy ocupado. Finalmente el miércoles 18/8/04 al atardecer pude quedar con Juan en el local. Había un poco de carburo que complemente con reservas propias para llevar una cantidad razonable. Pude enterarme a través de llamada telefónica a Isidoro que la taladradora estaba en poder de Javier; supuse que las brocas también lo estarían ya que no pudimos encontrarlas en el local; cuerdas no había muchas pero dado que la Sima del Carrío está casi instalada y que no se preveian verticales nuevas consideré que eran suficientes de momento; de todas formas dude ante la falta de marcas para saber la longitud de las cuerdas: tomé una “larga”, otra de longitud “media” (marcaba 48 pero ¡ojo! no los tenía) y una tercera “corta”. Me proveí de un equipo de espitar, mosquetones, chapas y de un equipo de topo (no era el moderno que, inexplicablemente, faltaba). Por otra parte esa misma tarde había estado con Wychy en Ramales y preparamos una lista de comida que empezamos a nutrir con las sobras del campamento de Fuenfría; el botiquín, la taladradora de gasolina, un infernillo de alcohol, baterías para Maquita y muchos más detalles quedaron de parte de Wychy basados en las pertenencias del AER. Al día siguiente, jueves, terminé de comprar la comida, de recopilar objetos (y entre otros la taladradora en cuyo maletín no había brocas; por suerte yo tengo brocas de todos los tipos) y de hacer bultos y mochilas. El viernes por la mañana compré pan y a las tres nos reunimos en Solares Wychy, Pedro Hierro y yo. Para las cuatro estábamos en Vadició; por el camino comunicamos con Ángel para ultimar detalles que se habían olvidado y para recomendarles subir por Valdició. La mula estaba atada a la casa a la hora convenida y en cuanto puse delante de Esteban todo los trastos quedo claro que no iban a poder subirse en la mula, no por peso sino por bulto; de hecho me aseguró que si hubiéramos tenido unos “cestos” para caballerías las cosas se habrían colocado sin dificultad. Pero Esteban es un artista colocando bultos en una caballería y prácticamente lo consiguió poner todo, salvo las mochilas de Pedro y de Wychy. La comida, que inicialmente ocupaba dos cajas de plástico de las de la fruta, fue trasvasada a dos lecheras, de cuarenta litros cada una, que son mucho más fáciles de estibar en la mula. Mi mochila personal pesaba bastante menos que las otras. A mitad de camino el sentimiento de culpabilidad y los sudores de mis compañeros hicieron que me ablandase y tome una mochila de las dos que llevaba Pedro. Cuando habíamos superado el Hoyo Salcedillo se rompió el asa del container de carburo y tuvimos que utilizar la saca de Pedro, que yo llevaba, para meterlo con lo que la mula terminó el ascenso con un bulto más y nosotros con algunas cosas en la mano. No más llegar empezó a ponerse feo y a tronar; unos minutos después Esteban salió hacia Vadició y la cosa se torno más oscura si cabe. En poco tiempo se organizo una gorda: lluvia, niebla, viento y algún trueno. Teniendo en cuenta los horarios de los que iban a subir pensamos que lo iban a tener muy difícil. A las once, cuando ya nos habíamos acostado sobre la paja del pajar que me hacía lloriquear y estornudar, aparecieron Cristóbal y Ángel, y aproveché para trasladarme a otra zona de la cabaña donde pegase menos la alergia. César no apareció. Según supe el domingo, día en que subieron César y Moisés, a las ocho de la tarde -cuando llego César a Valdició- llovía a raudales así que dejó una nota para subir al día siguiente y se fue a Santander; a las seis de la mañana del sábado llovía en Santander y cuando vino a darse cuenta ya era tarde para subir. El sábado nos levantamos despacio y tras unos preparativos largos y pesados nos fuimos a la Sima, mirando con insistencia hacia el valle por si veíamos a César subiendo. Nuestro objetivo era topografiar a partir de la Sala de la Esperanza y explorar en punta. En los pozos de entrada nos entretuvimos haciendo algunas fotos. En la base de los pozos tuve que convencer a todos de que no merecía la pena llevar equipo vertical. Sin embargo no les quedo del todo claro, pues no detallé el tipo de galerías que íbamos a encontrar en la exploración; solo dije que era previsible que fueran de tipo horizontal y no avisé de la pesadez de la galería TGR. No son solamente las características de las galerías las que hacían que no tuvieran interés inmediato las cuerdas y los equipos verticales sino la sospecha de que la continuación iba a ser en suave pendiente hacia la Posadía, como así ha resultado ser. Tras la TGR y una comida, con algún Sopinstant incluido, comenzamos la topo quedándonos Ángel, Wychy y yo a cargo de la tarea. Rumbo y clino: Ángel, cinta métrica: Wychy, escribano: yo. El trabajo se hizo largo y pesado debido a lo jodido de la mayoría del recorrido. Al principio Cristóbal y Pedro fueron a la par buscando los mejores pasos pero al cabo de un rato se perdieron hacia una punta de exploración. Después de varias horas currando chocamos contra ellos en un sector de galería no muy ancho. Nos hablaron de un afluente , una zona recta y ancha, laminadores, un lago, coladas blancas y un caos de bloques en que lo dejaron por imposible. Los topografiadores continuamos hacia delante y los exploradores comenzaron a salir. Tras un buen rato llegamos a una confluencia de dos galerías similares y avanzamos un tramo cómodo hasta una desviación a la izquierda en forma de laminador con corriente de aire fuerte. En este punto nos pusimos a decidir si seguíamos o salíamos ya. No teníamos carburo, los carbureros estaban empezando a renquear, tampoco teníamos comida; decidimos salir. En la sala de la Esperanza nos habían dejado algo de carburo y comida. Finalmente y tras una penosa marcha alcanzamos los pozos de salida y ya en noche cerrada el exterior. De vuelta en la cabaña nos cocinamos una cena consistente en arroz y lentejas salpicado con vino y cerveza. El cocinero fue Wychy. El domingo tras un despertar sobresaltado por los rebuznos del personal aparecieron César y Moisés. Ángel, Cristóbal y Pedro se bajaron tras el desayuno y Wychy, César Moisés y yo hablamos de la mejor actividad para el día: tranquila y relajada. Nos fuimos a prospectar bajo el Colina unas cuantas simas que habíamos detectado hace unos meses. La segunda sima dio una continuación por una gatera sopladora que habrá que mirar. A continuación, bajo un apacible sol nos fuimos a una dolina en Brenacobos que se sitúa, según la topo, sobre la Sala del Hueso. En el fondo de la dolina se sume un regato pero no es penetrable. Dando vueltas por allí cerca César y Moisés descubrieron dos agujeros sopladores y fácilmente penetrables. Mientras tanto Wychy siguió una línea de dolinas, herbosas y empinadas, hacia el sur que podrían tener relación con la Sima del Carrio y yo me dirigi hacia el bosque, en el rumbo de la cueva, por un sendero abierto por caballos y vacas. A media tarde volvimos a la cabaña; César y Moisés se bajaron. Durante un rato Wychy y yo sopesamos las posibilidades de actividad para el lunes: desobstrucción, visita a los nuevos agujeros o punta de exploración con topografía. A pesar del repelús que nos daba la arrastrada del sábado venció la exploración en punta. El resto de la tarde Wychy se dedico a preparar unas pequeñas sacas con todo lo necesario, comida, carburo y material de topo, pero lo suficientemente pequeñas para que no incordiasen en la TGR y su continuación Temprano, el lunes en la mañana, desayunamos, más o menos, y partimos hacia la Sima. A las diez menos veinte estábamos entrando y a la una en el último punto de topo del sábado. La preparación de la actividad hizo que todo fuera bien. Decidimos explorar y topografiar a la vez. Nos metimos por un laminador arenoso a la izquierda que en breve torció a la derecha y que tras un par de laminadores nos llevo, de nuevo, al río y el río nos llevo, por un bonito tramo, a un lago de 10x3 metros que pasamos con sumo cuidado por la orilla izquierda. Así llegamos a una sala de la que nos costo salir, por entre bloques, de nuevo a río y tras varios pasos estrechos y una amplia galería a un sifón. Antes ya habíamos perdido la corriente aire entre los bloques de los desprendimientos. De vuelta exploramos una galería meandrosa con formaciones y la continuación del laminador arenoso en el que comenzamos la topo. Este laminador acabó conduciendo a una zona demasiado baja para seguir pero previamente encontramos varios esqueletos de roedores, probablemente lirones, que nos garantizan que no estamos lejos de una salida. La vuelta por la TGR se me hizo especialmente penosa, pero me recuperé comiendo y descansando un rato. Al anochecer, con niebla y aún algo de luz, saliamos al exterior. Con cuidado de no perdernos en la niebla volvimos a la cabaña y nos hicimos una buena cena: lentejas, cous-cous y ensalada. Además quedaba una lata de cerveza. El martes Wychy debía volver por diversos compromisos y llamé a Esteban a ver si podía subir con la mula pero le era imposible: me dijo su hija que se había ido a hacer cosas a Santander. Nos dimos cuenta de que la logística era complicada: yo podía quedarme a esperar la mula y bajar el miércoles pero Wychy tenía las llaves de su coche en el mío. Después de darle bastantes vueltas tomé la decisión de bajarme con él llevándome el equipo personal y lo más importante y dejar las dos lecheras llenas y preparadas con todo lo demás. Además dejamos abundante comida no perecedera en dos bolsas colgadas anti-ratones. Dicho y hecho. Tras una agradable comida tomamos nuestros bultos y nos bajamos despacito, nublado pero agradable, haciendo numerosas paradas para descansar los hombros, sobre todo los de Wychy que se bajo hasta la taladradora de gasolina a cuestas. Los resultados de la estancia son interesantes: unos setecientos metros más de topo que hay que añadir a los casi mil que ya teníamos y una cavidad que se pone en más de cuatrocientos de desnivel...no está mal. Y, aunque sea durillo, hay bastante más por topografiar y explorar en los afluentes de la galería principal. Antonio G.
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