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sábado, mayo 22, 2004

Alone

Por Antonio González Las cuevas están oscuras y a veces dan miedo si estas solo. Sabes que pueden ser un buen lugar para refugiarse pero también para desaparecer y perderte o para encontrar todos tus fantasmas. Sin embargo el grado de excitación que produce la espeleo en soledad es intenso y a veces como experiencia o como último recurso, si nadie está dispuesto a hacer espeleo, puede dar buenos resultados. He practicado la espeleo en soledad, por supuesto dando aviso de entrada y aviso de salida, entre otras en las cuevas de Matienzo (Hoyuca, Hoyo de la Reñada, Sistema de la Vega), también múltiples veces en Riocueva, en algunas cuevas de Murcia como el Solins o el Gigante y en algunas del Asón-Mortillano como La Rubicera o la Cueva del Nacimiento del Asón, o cuevecillas sin nombre. De todas estas experiencias la más intensa, sin lugar a dudas, fue la travesía Coterón-Reñada sin haberla hecho antes. Por un lado el grado de concentración y por otro la sensación de inquietud y de duda ante el compromiso de recorrer los pozos descendentes sin retorno y solo (aunque tengas la topo y todo parezca estar claro) se convierten en tus compañeros de espeleo. Sobre todo sentía cada pensamiento con gran nitidez y cada detalle de lo que me rodeaba con precisión. Lo calculabas todo al menos tres veces antes de hacerlo. Durante ese recorrido comprobaba continuamente mi posición en la topo; sin embargo hubo un rato entre Castle Hall y el Duck en que me moví por intuición y por pequeñas señales que me "indicaban" el camino principal, pero no identificaba mi posición. Sentí bastante estrés en esos momentos y solo me tranquilicé cuando llegué al Duck y lo pasé. De cualquier forma fue una experiencia positiva. Este sábado he vuelto a la Hoyuca, una de mis cuevas predilectas. Como no había espeleólogos disponibles pensé en fabricar uno virtual pero no funcionó. Así pues retorné a mis practicas de espeleo en soledad. Me dedique en exclusiva a reconocer exhaustivamente la red de entrada. Me metí por todos los agujeros por los que cupe. En uno de ellos tuve que recular sin problemas. La red te conduce a los mismos sitios una y otra vez por diferentes conductos de manera que hacerse una idea global del laberinto es difícil. Que yo recuerde debo haber estado unas cinco veces en la red de entrada de la Hoyuca y siempre descubro algo nuevo. Además debido a la variedad de los pasos, gateras, trepadas, destrepes and so on constituye un entrenamiento muy completo para no quedarse paralítico. Tres horas sin parar de red de entrada de la Hoyuca equivalen a una jornada de espeleo de unas cinco o seis horas en una cueva estándar (por cierto ¿¿¿qué significa estándar en materia de cuevas???) (Respuesta personal a la pregunta: una cueva en la que la mayor parte del tiempo, digamos un 80%, te desplazas más o menos erguido; quizás esquivando algún obstáculo para no romperte la crisma). Así pues anduve arrastrado por la Hoyuca. En esta cueva nunca olvido el accidente del Astradome en que murió un inglés del Grupo de Manchester por una caída al vacío de noventa metros. Luego sacaron el cadáver desde el remoto Astradome hasta Riaño vía las gateras sucias. Pero todavía es perfectamente discernible en algunos sitios la señales del arrastre de la camilla y te hacen pensar en el fantasma de ese pobre inglés al que la muerte sorprendió tan joven. Estos pensamientos te llevan a sentir cierto respeto por la oscuridad y el ambiente de la Cueva de la Hoyuca.