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sábado, mayo 22, 2004

El Engorde del Cerdo

Por Antonio González El jueves quince de Abril decidimos ir a la Sima de Benís. Esta sima está en la Sierra de Benís (¡que original bautizo; deberemos felicitar a Salmerón!) a unos diez kilómetros de la desviación de la autovía Albacete-Murcia hacia Jumilla. Es una sierra poco llamativa por su altitud respecto al entorno y tiene zonas de meseta con pinar similares a los Bosques de Alcorón. Ya en los preparativos empezamos a preocuparnos. Vamos tres personas a la sima: Mavil, Marisa y yo. Sin embargo por mucho que lo intentamos salen cuatro sacas y no tres. Además una de las sacas es especial. Contiene un mazo de 150 metros de cuerda de 10 mm mas un grupo de mosquetones. Se necesitan las siguientes cuerdas: 15+25+50+50+50+50+80. Pero tres de 50 se convierten en una única de 150. Bueno, de cualquier forma aceptamos el reto y nos encaminamos a la cercana boca. Hay un pino muy hermoso y la sima sopla como un demonio. Aunque yo había estado hace un año y medio en esta cavidad no recordaba las estrecheces que se suceden antes del Pozo del Colmillo. Una de ellas recuerda al paso clave de la Toño. De cualquier forma, para las personas, bajar no es problema pero las sacas ofrecen alguna resistencia y nos vemos obligados a invitarlas a bajar subiéndonos encima de ellas para animarlas. Bueno desde que el mazo de 150 va saliendo todo se ve de otro color. Pozos ramposos, redondeados, con abundantes puentes de roca y muy blancos como en la Cueva del Pozo. Y así llegamos, siempre acompañados por el fuerte chorro de aire que asciende, al pozo de acceso a la Sala del Terremoto donde se nos acaba el mazo y sale la cuerda de 50. Más que una sala se trata del ensanche de una enorme diaclasa llena de bloques -algunos gigantes- y en pendiente. Sobre esos mismos bloques se ha formado una colada cuya prolongación por una estrechez inicia un pozo de unos setenta y pico metros -aquí sale la cuerda de 80- que al expandirse como diaclasa forma la Sala de la Vena. Abajo hay un charquito, algunos motoncitos de huesos de algún mamífero desconocido e incluso -en un resalte colgado- el esqueleto completo de un gato montés o de un pequeño lince. Imposible saber como han llegado hasta allí todos esos bichos. Interesante que la corriente de aire ya no es puntual sino que está diversificada débilmente por varias zonas... misterios. El panel que tenemos delante ahora tiene una acumulación de corales extraordinaria por su tamaño, su textura y su dureza. Placidamente iniciamos la subida con calor. En la Sala del Terremoto organizamos la logística de retirada. Marisa sube la primera con una saca que contiene la cuerda de 80 y alguna morralla más. Luego va Mavil y el último yo. Desgraciadamente he asumido el papel de desinstalar e ir ensacando el mazo de 150. Al principio la saca apenas pesa pero, según voy subiendo, la realidad se impone y la saca se va convirtiendo en un Cerdo en pleno Engorde. Cuando llego a La Tripa (galería bautizada así por Salmerón) por fin acabo de ensacar la cuerda y veinte mosquetones: el Cerdo llega a su plenitud. En el Pozo del Colmillo decidimos ascender las sacas por elevador. Luego hay que moverlas por el pasamanos de acceso y por una corta gatera que nos pone bajo la estrechez. A fuerza de blasfemias y tras una batalla campal conseguimos ascender por la estrechez nosotros, las sacas y el Cerdo. Y llegamos al último resalte. Es raro este resalte. Para las personas ofrece pocas dificultades, pero para las sacas es una pesadilla. Resoplando y jurando en arameo conseguimos teletransportar tres sacas y finalmente le toca al Cerdo. Pero el Cerdo se atora y a pesar de tirar entre los dos como condenados no sube. Lo intentamos de tres maneras. Pero se niega. Lo odiamos a muerte. Entonces decidimos destripar al Cerdo. Tomo el cabo de la cuerda de 150 lo subo y me voy con el hasta la entrada de la sima que esta a unos veinticinco metros. Allí me espera la noche, la lluvia, el frío, la niebla y el vendaval que sale por la sima y que me llena de tierrecilla los ojos. En este acogedor ambiente voy cobrando los 150 metros de cuerda a base de tirones que me dejan baldaos los brazos y los riñones (...pero bueno esto lo hacemos por placer, no te quejes...). Cuando tengo toda la cuerda la voy enrollando y ordenando convirtiéndola en un mazo manejable para, finalmente y tras todo esto, irnos envueltos en la lluvia al coche con cuidado de no perdernos. Viva la espeleo. Sima de Benís maravillosa.